ARGENTINA Y VIAJES POR EL MUNDO Alberto Greco nació en 1931 en Argentina. Después del divorcio de sus padres, se quedó con su madre con quien mantuvo una relación dolorosa y opresiva. Decidió alejarse de ella y comenzar sus estudios artísticos en la escuela nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano de Buenos Aires, asistiendo además durante aquel tiempo a talleres impartidos por Cecilia Marcovich y Tomas Maldonado. Más tarde decidió buscar su camino en soledad, y viajó varias veces a Francia, Italia y España. Sus primeras obras fueron por la primera vez expuestas en la galería La Roue de París en 1954.
PERSONALIDAD Alberto Greco tuvo una personalidad muy fuerte y rompedora. Nunca se casó y tampoco dejó rastros de una pareja en su vida. Supo hacer amigos de entre sus seguidores allá donde fue: España, Italia, Francia, Argentina o Estados Unidos. Su temperamento intenso y radical provocó tanto la admiración en unos como el odio en otros. Uno de los ejemplos que ilustran su personalidad, lo encontramos cuando en Italia, decidió disfrazarse de monja duranteel Conciliano Vaticano II. La demanda que la Iglesia le interpuso, añadida a su aparición en la obra teatral ofensiva “Cristo 63”, le obligaron a abandonar su país y huir a España.
RECONOCIMIENTO MUNDIAL Greco tuvo una trayectoria corta pero muy intensa. Sus ideas artísticas revolucionaban en poco más de una década tanto el arte contemporáneo argentino como el español. Su legado al arte es sin duda reconocido en el mundo entero. Además, varias colecciones de gran peso incluyen su obra. Así, podemos contemplar en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, entre otras cosas, los fragmentos del Gran manifestó-rollo del “Vivo Dito”. MUERTE SIMBÓLICA Alberto Greco fue un artista hasta los últimos segundos de su vida. Preparó su muerte como su ultimo gesto creativo y seguramente uno de los más rotundos. Avisó a sus seguidores y a su familia de que que marchaba a Barcelona para morir. Mientras decidió tomar una sobredosis de antidepresivos. Escribió la palabra “fin” en la palma de su mano y sobre la pared de su piso: “Esto es mi mejor obra”. Así, Alberto Greco transformó el propio acto de su muerte en una obra artística potente, acabando su vida con a penas 35 años y dejando un legado artístico incomparable.